“La joven de la perla” es un cuadro que seguro que conoces.
Te gustará más o menos, pero la mayoría de la gente coincide en que es muy bonito. Representa a una chica con un turbante azul, un gran pendiente en forma de perla plateada y una mirada sugerente.
Es casi tan famoso como la Gioconda.
¿Qué pensarías si te digo que no es un retrato?
En realidad, son unas pinceladas en un trozo de tela del tamaño de un folio, con pocos colores.
Y eso es lo que la hace grande.
En La chica de la perla (o La chica del turbante), Vermeer –el autor– hizo lo que se llama un tronie. Los tronie eran estudios de caras, gestos, expresiones, que se vendían muy bien en Holanda. Ten en cuenta que hablamos de los Países Bajos en el siglo XVII, esto es como decir el puto centro del mundo. Como sería París en el siglo XIX o Nueva York en el XX.
De cuando el arte se vendía y la gente lo quería.
Los tronie no eran personales, no retrataban a una persona en concreto; eran representaciones, ideas de una expresión de algo como la edad, la alegría, la inocencia...
Así, La joven de la perla, con pocas pinceladas y escasos colores, gracias a jugar con el contraste del fondo oscuro y de las sombras (la gloria del barroco) transmitía poderosamente, fascinaba.
Dibujar, o pintar, no es que algo parezca real; es transmitir una idea o una emoción. En realidad se trata de que el espectador “sienta” o “vea” lo que dices con tus trazos.
En realidad dibujas en el cerebro del otro, de ahí el título de esto de hoy.
☞ Gracias a la muy recomendable newsletter de Ismael y Clara Nafría “Hoy en internet”, he visto que el museo Mauritshuis ofrece en su web la psoibilidad de ver La joven de la perla en ultra mega alta definición (no sé cómo se dice, pero es la hostia). Lo puedes ver aquí, ampliar mucho y flipar más.
☞ Los tronie,en la wikipedia.
Que tengas un día bonito